El Padrino




Nos enviaban de una patada a las duras calles nada más cumplir los ocho. Al menos fuera del orfanato nos creíamos libres. Bailando a las puertas del Raj Bhawan a cambio de unas rupias y luego al mercado a comprar jalebí. Un día tras otro hasta que le conocimos. Llevaba una bolsa repleta de ese dulce. Nos dijo que nos lo daría todo si lo acompañábamos. Nunca olvidaré su sonrisa torcida y que hizo de nosotros los reyes de los bajos fondos. A ellas, en cambio, princesas a la vuelta de la esquina.