Hay un gallego en la luna




Se sabe que la nave espacial Centolo llegó a la luna según lo previsto. En razón de los recortes motivados por la crisis económica y al tratarse de una misión bien conocida, la NASA envió a un sólo hombre. El viaje de ida supuso todo un récord de lanzamiento a una velocidad de 40600km/h desde una orbita a 600Km de altura para que un pobre diablo gallego llegase a la luna en tan sólo 24h.

El transmisor de radiofrecuencia llevó el mensaje de “Houston, alunizaje completado” al Capcom.

A las 21:37h del mismo día el Capcom reactivó el radiotransmisor.

“Aquí Houston, ¿me recibe?”

Silencio.

“¡Maldita radio de los chinos!” fue la cantinela del único tripulante de Centolo en sus primeras horas. Una vez que se extinguió la rabia, se dijo que si había podido hacer la ida sólo, la vuelta sería pan comido. Pensó que le vendría bien echar un trago. A fin de cuentas, poco le importaba la ley seca del Manual espacial, sobre todo cuando los cabrones de recursos humanos lo habían mandado solo. “Solo y con una radio de mierda, ¡manda carallo!”. Abrió un compartimento y extrajo una botella. El cierre cedió y algunas gotas de licor café flotaron en el aire. La estampa le puso de buen humor. Comenzó a imitar la boca de un pez que atrapa pequeñas gotas. Pegando mordisquitos éstas se dividieron en subgotas más pequeñas. La nave se estaba poniendo perdida, hasta que el tiburón abrió sus fauces y deboró cada átomo del preciado licor. Cuando le entró el hipo juzgó que aquello era una vergüenza y ya eran horas de meterse al trabajo. Así es que se introdujo en la escafandra y abandonó Centolo haciendo eses. 

No es que a él lo de las rocas le interesase mucho, él era más de buscar vidas extraterrestres. Mientras tanto se conformaba con meter pedrolos grises, marrones y verdes en un saco. Luego ya otros escribirían sobre la Troctolita o la Anortosita con un 90.04% de plagioclasa, 5.31% de piroxeno y bla bla bla... otro informe-somnífero para los de arriba. “¿Sería peor escribir uno de esos o el Manual espacial?”, se preguntó mientras dirigía sus pasos hacia la colina con forma de nariz. Pero nada era peor que el Manual espacial, “Material para limpiarse el culo”, pensó. Y no le dio tiempo a más ya que una corriente lo aspiró nariz adentro.

La luna estornudó y él se cayó de culo, era su hipótesis más probable. Aunque por supuesto no vio nada. El seguía en el mismo sitio que antes de.... “¿la corriente de aire? ¡No, imposible!”, se dijo. Aunque no podía evitar interrogarse sobre los puntos suspensivos. Se levantó del suelo. Aún tenía el mismo saco lleno de pedrolos grises, marrones y verdes. ¿Todo seguía igual? “Definitivamente no”, pensó. Su hipo se había transformado en un intenso dolor en el trasero, como si se hubiera roto el coxis. 

(escuchó risas)

—Cosquillas, cosquillas...—tarareó una voz femenina— Me hace estornudar y claro...¡ por poco lo mando a usted a Ferrol sin necesidad de nave!

“¿Voces? Será el licor café....”, se dijo. 

—¿Quién anda ahí?— gritó al vacío a través de su casco, como el tonto de turno que habla a su televisor.

—¿Es que le pagan a usted por venir a tocarme, literalmente, las narices? — rio a gusto la voz.

El astronauta gallego se dijo que era hora de pedir cita en el manicomio de Conxo. Aún así hizo caso omiso a la razón y se subió a la alto de la colina con forma de nariz. Desde allí vió su nave y eso lo devolvió la cordura unos instantes, antes de divisar dos cráteres de idéntico tamaño que le miraban fijamente. Giró bruscamente ciento ochenta grados y lo que vió tampoco alentó sus esperanzas: una boca gigante estaba a punto de hablar.

—¿Me ve ahora? Claro que ustedes los humanos no ven nada—se quejó la luna con un tono triste— tan sólo miden, extraen, clasifican....

—¿Cómo sé que es real? —dijo al tiempo que pestañeó dos veces para intentar deshacer la ilusión óptica.

—Quítese el casco y lo sabrá—dijo—no tema, no le dejaré morir—dijo, y acto seguido una corriente de aire salió de su boca.

Así es como el tercer hombre que pisó la luna se quitó el casco en plena misión. Al no haber pruebas gráficas sobre el suceso en cuestión, aparte de la botella vacía de licor café, no se pudo demostrar la presencia de oxígeno. Y si bien otros muchos volvieron en busca de pedrolos grises, marrones y verdes, ninguno volvió a hacerle cosquillas a la luna, ni mucho menos quitarse el casco. La comunidad científica se encargó de que para los anales de la posteridad el tripulante de Centolo fuese recordado como un loco farsante. 

Cuando el malogrado astronauta falleció de viejo pocos sabían de sus incursiones lunares. Aún así, en su Ferrol natal le hicieron un monumento réplica de su cuadro más famoso: una luna con un hombre sentado en su nariz. El monumento fue bautizado como “Un gallego en la luna”.