Puestos a soñar



           
                  El 26 de Noviembre un ángel despistado se olvidó las alas 
y quiso subir al cielo en ascensor.

Dosis de realidad entre sueño y vigilia. El golpeteo sordo de un tambor late en mi interior. Bum-Bum. Como un canto de guerra. Lástima que la única batalla la libres tú en la cuatrocientos veinte y nueve. Yo tan sólo puedo atrincherarme en mi cuarto, hacerme un ovillo entre las sábanas. Burlar el dolor como se engaña al estómago, con caramelos dulces, sabor a milagro y esperanza. Robarle horas al sueño, un sueño blanco, mullido, anestésico, al que le sucede un despertar súbito, a quemarropa. Con un poco de suerte lo consigo y estamos los cuatro en la playa de siempre, riendo como nunca. Una bandada de gaviotas vuela muda sobre nuestras cabezas, en un paisaje con tintes de espejismo. Hay un sol de justicia, pero ninguna sombrilla en la playa abarrotada, como si los rayos UVB no atravesasen las atmósferas oníricas. Alguien corre tras un balón de playa que, desafiando las leyes de la gravedad vuelve a su amo, pendiente arriba. En este mundo al revés eres el protagonista, tú que siempre fuiste actor secundario, paseante solitario, rastreador de silencios, siempre rumiando tus preocupaciones, se las susurrabas a las olas. Ahora solo se escucha tu risa, el aire se te escapa con ganas en una sonora carcajada, se diría que te han contado el rey de los chistes malos. Los demás te admiramos en silencio como simples figurantes, rostros difuminados en un cuadro azul y amarillo. Te levantas de la toalla con la agilidad de un chaval de veinte y cinco. Como si cada movimiento soñado fuese en una escala de mil a uno respecto a tu realidad postrada, casi estática. Te levantas en señal de protesta, riéndote de todos los que te creímos acabado, ¡al carajo los montacargas!, pareces querer decir. Te ríes aún más porque sabes que no es tu final, no te pega, aunque las costillas rotas te hayan dolido. Te compadeces secretamente de los malos de las pelis americanas que se hacen papilla al caerse por el hueco justiciero. El tuyo fue muy injusto. Tanto es así, que si un juez se erigiese en mitad de la arena dictaría sentencia contra el montacargas: “Cincuenta años de corrosión en un desguace, pieza por pieza”. Celebro tu excelente humor, tu piel bronceada, celebraría hasta que te hurgases la nariz con la pata de un cangrejo. Como un acontecimiento extraordinario. Como cualquier hijo de vecino al descubrirse dotado de extraños súper poderes. Con la euforia de una madre testigo del dulce gatear de su bebé pared arriba: la pericia de un arácnido, la dulzura de un koala. “Mi hijo va a llegar al techo, chúpate esa vecina”. Un ruido en la calle hace que se cierre el telón del sueño. Tras las cortinas, un escenógrafo cambia el mar azul por un fondo blanco. La arena que nos hace cosquillas en los pies se haya ahora sepultada bajo unas baldosas asépticas. Tu toalla multicolor ya no encaja en la escala de grises de tu triste cuadro hospitalario.

2 comentarios:

  1. ¡Hola, Araceli! La fantasía sin duda es una vía de escape ante una realidad tan terrible como la que se intuye de inicio y se desvela al final. Tremendo! Un abrazo

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